lunes, 4 de septiembre de 2017

SALAMANCA, TIERRA DE TOREROS DE FAMA Y GANADERÍAS DE TRONÍO.


"Venimos diciendo que cuando el Cordobés se retire, cuando las plazas no se puedan apasionar con su presencia, le llorarán muchos."
Curro Fetén, Salamanca, 13 de septiembre de 1967.
Cartel anunciador de las Ferias y
Fiestas de Salamanca 1967
Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Salamanca, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.- 
 Salamanca, cuna de la charrería, tierra de toreros de fama y ganaderías de tronío, ha sido testigo del triunfo rotundo, resonante y definitivo de Manuel Benítez. Un triunfo labrado a fuerza de tesón, de inteligencia,  de saber sentir el toreo y transmitirlo a los tendidos con esa fuerza enorme, con ese poder que siempre ejerce ante las masas y sobre los aficionados. Se le esperaba con expectación, con gran interés por ver si era cierto eso que algunos plañideros de su fama, de su gloria y sus millones  venían diciendo. Todo el andamiaje se les ha venido abajo porque los intrigantes han valorado en poco la casta, el pundonor y la hombría del genio de Palma del Río. Hoy el público no le ha mandado a dormir, no le ha dicho que se marche. Hoy el público, el que paga, el que no sabe de intrigas, de apetitos inconfesables, le ha dicho que sí. Venimos diciendo que cuando el Cordobés se retire, cuando las plazas no se puedan apasionar con su presencia, le llorarán muchos. Sigue el Cordobés en olor de multitudes, en su puesto impar de figura arrolladora.
Manuel Benítez "El Cordobés" y su leyenda.
Podrán decir los "antis" que su primer toro ha sido bueno,- le dieron la vuelta al ruedo- dirán que así cualquiera. Pero no dirán que ha toreado muy bien con el capote, que con la muleta, tras tomar una vara su enemigo y hacer un apretado quite por chicuelinas, ha dado comienzo a su labor con cuatro estatuarios solemnes, para continuar derrochando valor y arte en varias series de derechazos, naturales y de pecho en los que no se puede templar más la embestida de un toro, ni llevarle más bien toreado. Faena plena de ligazón, de temple, de mando, que ha entusiasmado hasta el punto de que los antis no han dicho esta boca es mía y han tenido que esperar al fallo a espadas del torero. Pero el fallo no ha llegado, pues el de Palma del Río despachó a su enemigo de media estocada que hizo innecesaria la puntilla. Las dos orejas, con triunfal vuelta al ruedo, fue el premio concedido. Al toro se le dio como hemos dicho, la vuelta al ruedo.
Si les dicen a ustedes que le segundo de la tarde fue bravo y noble, háganles caso, pero ojo, tendrán que decirles después que el quinto llegó entero a la muleta por faltarle un puyazo y que embistió con aspereza, gazapeando. Si les dicen esto, es verdad, como lo es también que con el capote se ha hecho ovacionar con fuerza en los lances de saludo y en un quite por chicuelinas. El toro gazapón, con aspereza, no era un toro fácil. Había que poderle primero y Manolo le pudo en unas dobladas rodilla en tierra superiores. Y había también que aguantar una barbaridad hasta que el del Marqués de Domecq  le tomase la muleta en un gazapear constante. Torear a un  gazapón es muy difícil. El animal anda y anda sin dejar colocarse al torero y para sacarle muletazos hay que aguantar mucho, llevarle muy toreado y templarle más. Y esto fue lo que hizo El Cordobés, le aguantó, le prendió en su muleta y por ese camino la faena y el toro fueron a más hasta culminar en un alboroto triunfal que llegó al apoteosis cuando ya con el toro completamente dominado, entregado al poder de la muleta, hizo con él cuanto le vino en gana, entre el griterío ensordecedor de los tendidos. Otra media estocada y un certero descabello y aquello fue el manicomio. La plaza se cubrió de pañuelos y la presidencia sólo otorgó dos orejas, muy en su derecho aunque se le pidiera el rabo con insistencia y Manolo recorrió el ruedo en medio del clamor de la multitud y alguna que otra bofetada en los tendidos. En fin, lo de siempre. Con que a dormir? si, más bien está El Cordobés que quita el sueño a cualquiera.
Antoñete, primer espada de la terna no ha tenido suerte con el lote que le ha deparado la fortuna. Su primero, falto de fuerza, estuvo a punto de darle un serio disgusto cuando, tras torearle colosalmente con el capote en cuatro verónicas plenas de donaire, le pisó el capote y al perseguirle y tener el artista que saltar al callejón, le tiró tal gañafón que salió con la taleguilla hecha unos zorros por la parte posterior del muslo izquierdo. A la muleta llega el toro con poquísima fuerza, derrumbándose al menos esfuerzo y haciendo una pelea a la defensiva y de corta acometida. Tras un breve trasteo sobre la diestra, lo pasaporta de una estocada con salida indiscreta y un certero descabello, pitándose al del campo jerezano. El cuarto fue el peor del encierro. Salió tirando las manos por delante y topando con la cara alta. Manso con el caballo, salió suelto en las tres varas que tomó y se quiso quitar el palo. A la muleta llegó descompuesto  y probon, embistiendo con brusquedad. Expuso el madrileño en una faena sobre ambas manos, logrando que se le aplaudiese en varias series de muletazos suministrados con su proverbial buen estilo. Mató de una corta y descabello a la primera y se silenció su labor.
Para José Manuel Inchausti Tinin ha sido la oreja del primero de su lote y de haber atendido el presidente la demanda unánime del público, hubiera cortado por lo menos otra. Pero no fue así y la presidencia, haciendo uso de su derecho, sólo otorgó un trofeo, por lo que el público obligó al joven Tinin a dar hasta tres triunfales vueltas al ruedo. Pero para que todo este entusiasmo fuese despertado, antes Tinín había puesto a contribución todo el inmenso caudal de su valor y de su buen estilo al lancear a la verónica con dominio y temple extraordinario y llevar después superiormente a su enemigo al caballo en un torerísimo quite por chicuelinas. Con la muleta, una acabada y perfecta faena iniciada con muletazos rodilla en tierra soberbios, trincherazos y varias series de templados y largos naturales con remate de los de pecho que levantaron las más fuertes ovaciones. Lento y armonioso su toreo con la mano diestra y cuando mató de una estocada, se le otorgó una oreja con las tres susodichas vueltas al ruedo. El sexto es un inválido que doblaba las manos en cuanto embestía. El público protestó con fuerza pero sin fortuna, a este toro que por decisión presidencial seguía en el ruedo pese a su invalidez. Tinin, tras tomar la res un picotazo y un sólo par, lo toreó sobre ambas manos y aún logró instrumentarle dos molinetes de rodillas y otros pases variados y pintureros. Media que produce vómito dejó la cosa en una gran ovación de despedida. Mala suerte.
La corrida del Marqués de Domecq, bien presentada, dio el juego que queda reflejado en el presente comentario.



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