jueves, 17 de diciembre de 2015

"ASI FUE LA TEMPORADA". Valencia, 28 de julio de 1965

Fermín Murillo ha sido un torero que se ha ganado a pulso el privilegiado lugar que ocupa en el escalafón de los matadores de toros. Tanto en España como en América, sabiamente dirigido por Curro Caro, factor importantísimo del triunfo del maño, ha dado muchos días de glora al toreo. Muchos toreros llegan a la cúspide por su indudable disposición y también por la acertada dirección de sus apoderados. No queremos decir que Murillo no hubiera sido figura sin estar en manos de Curro Caro. No. Murillo tenía esa materia prima precisa para ser gente en el toreo, pero además encontró         a unos de los mas honrados y entendidos apoderados que en el toreo existen. Curro Caro. Este comentario va por igual dedicado a uno y a otro. Escuchen hoy lo que Curro Fetén, nuestro cronista taurino, dijo de Fermín Murillo con ocasión de su triunfal actuación del 28 de julio en Valencia, festejo en el que se estoquearon toros de Juan Pedro Domecq en unión de Ordóñez y Camino.

VALENCIA FERIA DE JULIO

Día 28 de julio de 1965

6 Toros de Juan Pedro Domecq

- Antonio Ordóñez
- Fermín Murillo
- Paco Camino


LA TARDE CUMBRE DE TRES COLOSOS.

Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Valencia, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.
 En hombros, como ídolos auténticos que son, van por la calle ruzafa, camino de la plaza del Caudillo hasta el hotel donde se hospedan estos tres colosos del toreo que son Antonio Ordoñez, Fermín Murillo y Paco Camino. Tres toreros de singular relieve que acaban de ser coronados en Valencia.
 El aficionado valenciano ha visto esta tarde en el coso de Játiva, la plaza de esta luminosa ciudad de Valencia, a tres toreros de verdad. Tres hombres que han dado a la afición una memorable tarde de toros. Y junto al nombre de estos ídolos de seda y oro, el nombre también glorioso de don Juan Pedro Domecq, afamado ganadero jerezano que ha hecho posible, por el buen son de sus toros, el triunfo memorable de los tres artistas. 
 Imposible expresar la maestría, naturalidad, suavidad que ha tenido el capote de ensueño de Antonio Ordoñez. La verónica ha sido en sus manos más fundamentalmente profunda que nunca, más armoniosa, más rítmica. Y con la muleta, el temple asombroso, la majestuosidad señorial de su porte, la suprema naturalidad de la ejecución de las suertes, no es para describirlo, sino para verlo. Y todos los aficionados que hemos asistido esta tarde a la plaza, somos los únicos que podemos saber qué hay en la cara oculta de la luna torera de Antonio Ordoñez. Su primer trasteo muleteril fue como el anuncio, el pregón de lo que vendría después en el cuarto de la tarde. Una faena pletórica de empaque, de estilo y de clase. Una faena medida, entonada y torerísima a un toro un tanto tardo y que se vino abajo rápidamente. Faena corta y medida pero intensa y fulgurante. Media estocada y oreja para el rondeño que pasea en triunfo por el ruedo. En el cuarto no se puede torear con más arte y languidez que como ha toreado este genio del toreo. Qué lección de maestría, suavidad, sencillez, de facilidad en el hacer y concebir el toreo. Cada muletazo, ora con la izquierda, ora con la derecha, era un canto al mejor y más auténtico toreo. Toreo solemne y rítmico al natural y sobre la derecha y hasta en los adornos tuvo son de cante grande. Y en el colmo del entusiasmo, cuadra el toro, lía Antonio la muleta, cita a recibir y ejecuta superiormente. Pero en el momento de pinchar, el toro dobla una mano y desluce la suerte clavando solo media espada. Al volapié un pinchazo y una superior estocada y precisa aun dos golpes de cruceta. Pero la histórica faena había sido tan enorme que se le otorga una oreja con fuerte petición de más trofeos. El presidente manda dar la vuelta al toro. Antonio Ordoñez, en su segunda vuelta saca a saludar al mayoral y en unión de sus compañeros y de Juan Pedro Domecq da triunfal vuelta al término de la cual se abronca a la presidencia por no otorgar mayores galardones. 
 Fermín Murillo, el gran torero de Aragón, alcanza uno de los éxitos más resonantes de su larga carrera artística. Y viendo torear esta tarde al maño con capote y muleta comprende uno el porqué del privilegiado lugar que ocupa en el escalafón de matadores de toros, el porqué de su condición de figura primerísima del toreo. Porque hoy Fermín a sus dos toros los ha toreado como un coloso con el capote. Verónicas asombrosas en las que ha templado y ha llevado superiormente toreado a su enemigo. Y los aficionados que han sabido ver la gran calidad de su labor, le han aclamado entusiásticamente durante toda la tarde. Con la muleta en sus dos toros ha dado un ejemplo admirable de lo que representa en la fiesta este torero encastado y valiente, artista y dominador. Y así, de su franela templada y magnífica como nunca han surgido dos obras de arte de singular relieve, dos trasteos en los que el arte ha ido del brazo de la ortodoxia y el valor más templado, seguro y firme. Y así ha sido como ha dejado sentir su voz, clara, rotunda y firme entre el retumbar ensordecedor de las aclamaciones más delirantes. Y su muleta ha dejado ver las excelencias de su temple, de la fuerza de su dominio y la suave cadencia de su toreo, lo mismo en redondo que en naturales con remate de apretados, hondos y sentidos pases pectorales. Mató a su primero de una gran estocada y se le otorgaron las dos orejas y el rabo, con dos triunfales vueltas al ruedo. Al quinto lo despachó tras otra colosal faena, de tres pinchazos y estocada y se le otorgó otra oreja con petición de mayores trofeos y dos vueltas. Triunfo pues, también memorable.
 Y el tercero en discordia, Paco Camino. Un torero que salió dispuesto a darlo todo, que hizo de la lidia de sus dos toros un canto al arte. Un Paco Camino en tarde de inspiración desbordada. El niño sabio de Camas, al lado de los dos colosales artistas que le acompañaban en el cartel, bordó el toreo. Cincela la verónica con gusto exquisito, remata con arte sublime y hace por dos ocasiones ese quite suyo por chicuelinas de Paco Camino, que para distinguirlas de otras solo hay que decir que son suyas. Su quite de oro. Y con la muleta a sus dos enemigos, una orquestación armónica del mejor toreo. Derechazos y naturales de enorme largura, de grandioso temple, en los que adelantaba el engaño para dar así mayor largura, mayor belleza y mayor profundidad. Mató a su primero de una estocada sin puntilla y se le otorgaron las dos orejas con petición de rabo y al que cerró plaza que le cogió sin consecuencias, se pinchazo, media y descabello y también se le concedieron las dos orejas, saliendo en hombros los tres toreros.


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