Toca
el turno en este recuento semanal de las mejores actuaciones toreras, al
valentísimo y saleroso diestro sevillano Diego Puerta. Diego ha obtenido a lo
largo de su brillante campaña muchos éxitos, los trofeos más importantes han ido a parar a sus manos de triunfador y su nombre sigue siendo base y fundamento de los mejores carteles feriales. De entre todos los triunfos, hemos elegido el que alcanzó la tarde del 6 de agosto en el coso de la Malagueta. Diego Puerta actuaba aquella memorable tarde con Antonio Ordóñez y Curro Romero y los toros despachados pertenecían a la prestigiosa vacada de don Samuel Flores, los cuales, como es costumbre, dieron magnífico juego. Escuchen lo que en aquella ocasión dijo nuestro cronista Curro Fetén de su actuación de aquella tarde:
"...Diego
Puerta, el torero sevillano que no renuncia a su privilegiado puesto en el
toreo. Un Diego Puerta rabioso, valentísimo, celoso de su propio valor y de su
propio arte. Un Diego Puerta que está hecho un león, que es todo corazón, que
todo lo arrolla, que todo lo vence con un acento dramático que está pasando ya
de la leyenda para hacerse historia misma. Historia de un torero que no se
rinde, todo pundonor y vergüenza profesional que está dispuesto a ir hasta
donde haga falta para defender, para mantener su prestigio de primerísima
figura del toreo. Y este Diego Puerta que llegaba herido de su última actuación
en Huelva, lamió sus heridas y se aprestó a defender su sitio en el toreo. Y
así fue como le vimos estar torerísimo, valiente y artista al torear con capote
y muleta a sus dos toros sin un momento de fatiga, sin dar descanso a los
nervios de los espectadores. Y toreó a la verónica con gracia y con sal, con
ángel en el quite por chicuelinas en las que no cabían mayores apreturas ni mayor
entrega, con duende sevillanísimo. Y con la muleta en su primero, un toro de
impresionante bravura con los montados, está más allá del valor, columpiándose
en la cuerda floja del drama y equilibrándose con la varita mágica de su arte
garboso y pinturero. Y así a fuerza de pisar terrenos comprometidísimos, a
fuerza de arte y de gallarda entrega, cuajó una emocionante labor en la que
toreó de forma insuperable sobre ambas manos entre el delirio de los tendidos.
Por eso, cuando rodó el toro de media estocada sin puntilla, aquello fue el
disloque. Dos orejas, rabo y triunfal paseo a la redonda en medio del mayor
entusiasmo.
Pudo haber cortado también los máximos trofeos al quinto de la
tarde al que realizó una bonísima labor con el capote y una espléndida faena
muletera. Una faena de muchos quilates en la que no tuvo fortuna con el acero,
pues precisó de una contraria, tres descabellos, media estocada y descabello, a
pesar de lo cual se le otorgó una oreja con paseo triunfal y ovaciones..."
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