La feria del Pilar de Zaragoza es como el broche final
de la temporada. Los toreros rehúyen venir aquí, unos porque tienen contratos
pendientes en América, otros porque agotados de una larga campaña, quieren
gozar de un merecido descanso al lado de
los suyos y lejos de la inquietud de las plazas de toros. Por eso tiene
mucha importancia que figuras como las de hoy vengan a esta Feria en la que
saben que no hay comodidades, ni por los toros a lidiar -recuelo de las ganaderías
- ni por la benevolencia de este público, duro como pocos. Venir a torear a Zaragoza
cuando se tiene el contrato de América en el bolsillo es muy duro, máxime
cuando se sabe que las corridas que hay que despachar, en la mayoría de las
ocasiones, no son de recibo.
Este festejo de hoy hacía el número 109 de las
corridas toreadas por El Cordobés en España. Torear tal número de corridas ya
es meritorio. Hace falta poseer unas facultades innegables, un corazón de titán
y un poderío ante los toros extraordinario. Con ciento nueve corridas, con toda
su enorme carga de responsabilidades sobre sus espaldas, El Cordobés no ha
querido cerrar su temporada sin venir a Zaragoza a dar la cara, como deben
hacerlo los toreros que se precien de ser ante todo hombres, figuras cumbres
del toreo como lo es él. Tiene mucho de aleccionador esto de El Cordobés.
Cuando podía darse a la vida cómoda, cuando podía imponer condiciones, las
acepta. Que hay que ir al Pilar, pues se va. Que tiene que matar tal o cual
ganadería, la mata. Lo importante es que su nombre no falte, que en Zaragoza,
como en Sevilla, como en Madrid, como en Bilbao, dando la razón del porqué de
su condición de eje, base fundamental de la fiesta. Después podrá o no podrá
tener suerte, se le discute o no, pero él como un hombre, como un torero, se
lía su capote de paseo y sale a la plaza dispuesto a darlo todo, a entregarse
cada tarde.
Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde
en Zaragoza, segunda de su feria del Pilar, según la manera de ver de Curro
Fetén, servidor de ustedes. 11-10-67
Fulminado por un certero descabello precedido de media
estocada, rodó por el suelo el quinto toro de la tarde y un clamor se elevó en
los atiborrados tendidos. La plaza se cubrió de pañuelos en demanda de los
máximos trofeos para premiar así la proeza de este genio indiscutible del toreo
que es Manuel Benítez, que cerraba así de forma apoteósica, su brillante
temporada. Pero hasta ese momento, hasta que
rodó por el suelo su enemigo, este hombre, este superdotado de la fiesta, había
culminado una temporada con un gran triunfo. Un éxito de los que le han dado
justa fama. Con un soplo de inspiración, El Cordobés había derrumbado el
sórdido baluarte que querían poner a su paso. Pero ha sido más que un soplo, ha
sido un huracán. Porque el de Palma del Río, cimentando toda su actuación
dentro de los más puros cauces de la ortodoxia, ha convencido a tirios y
troyanos con un toreo al que no se le puede poner ningún reparo. Un toreo
pausado, rítmico, mandón en el que se ha recreado con el gusto de los
auténticos artistas, de los genios que todo lo fían a su capacidad creadora. Y
así, con la fuerza que da la sinceridad en el quehacer, como le hemos visto
tantas veces, ha levantado un monumento al toreo puro. Primero fueron unas
verónicas de perfecto trazado, en las que jugó los brazos a la perfección y
después por quites, ha bordado uno por chicuelinas que ahí ha quedado. El toro
era bueno, francamente bueno, pero ante muchos toros como éste hemos visto
naufragar más de una nave torera. Y Manolo no solo se puso a la altura de su
enemigo, sino que se elevó en una faena modélica. Unos pases ligados, lances
templadísimos en los que llevaba y traía a su enemigo a su antojo, componiendo
con él una sinfonía de extraordinarias calidades. El pase natural, de muleta
tersa, manó de su muleta con ese sentido de lo auténtico que tienen las obras
de arte. El torero pisaba firme y seguro, en esa parcela que solo pisan los que
como él han venido a la fiesta por sendas de lo revolucionario. Y en el terreno
de los revolucionarios, donde entre el toro y el torero anda la muerte, El
Cordobés ha hecho arte, un toreo puro y auténtico. Y con la diestra ha
enardecido con varias series de redondos en los que no cabe mayor perfección.
Faena de la que se hablará por mucho tiempo. Una de esas faenas que sirven como
referencia a los aficionados a la hora de rememorar efemérides taurinas. Tal
como aún hoy se habla del par de Pamplona que puso Gaona, como se habla del
toro al que cortó un rabo Belmonte en Madrid, como se recuerda la proeza de
Manolete ante el toro de Pinto Barreiro, recordaremos esta faena de El Cordobés
al quinto toro de Urquijo en Zaragoza. Faena cumbre de un torero en la cúspide
de su fama. Le dieron las dos orejas y el rabo, le hubieran dado el toro entero
y en la vuelta al ruedo, el público que llenaba el coso hasta la bandera le
llenó de ovaciones que acallaban los tímidos pitos del algunos emboscados del
anticordobesismo reacios a arriar la bandera de la oposición. Nosotros nos
quedamos con este Cordobés de hoy, con el genio, con el innovador
revolucionario del toreo que desde que pisó los ruedos ha sido siempre.
El quinto toro de Urquijo. Toro y torero sensacionales en esta tarde de la Feria del Pilar |
Sustituyendo a Diego Puerta, herido de cierta
consideración el pasado domingo en Salamanca, como todos saben, actuó Andrés
Hernando. El torero de Segovia no ha tenido enemigos apropiados para el
lucimiento pero en todo momento se ha mostrado valiente y con enormes deseos de
agradar. A su primero, un manso animal que topaba al tirar la cara arriba, lo toreó
muy bien con el capote y le realizó una valiente labor muletera. El de Segovia
estuvo en todo momento esforzado y torero, pasaportándolo de media y dos golpes
de cruceta, recibiendo ovación con saludos. El cuarto lo arrolló de mala manera
cuando intentaba recogerlo con el capote, pero esto no fue impedimento para que
le realizase una valerosa labor para la que tuvo que porfiar una barbaridad al
no emplearse su enemigo. Pido haber cortado la oreja de haber tenido mayor
fortuna con el acero, pero tras la estocada que colocó, no acertó con el
verduguillo y ello dejó la cosa en ovación con salida al tercio.
Un momento de la alternativa de Capillé. Padrino: Andrés Hernando, testigo: El Cordobés |
Tomaba la alternativa un fino torero sevillano, José
Luis Capillé, que ha tenido una buena actuación aunque no redondease e éxito
esperado y que el muchacho buscó con fe. En el toro del doctorado, estuvo
lucidísimo al torear con el capote en los lances de saludo y con la franela
llevó a cabo una torera labor, desarrollada sobre ambas manos, que mereció los
honores de la música y el constante jalear de los tendidos. El sevillano,
toreando con muy buenas maneras, dejó constancia de su fino estilo de muletero
y de haber estado certero con la espada, hubiera logrado algún trofeo. Mató de
cinco entradas y dos descabellos y al pasar el tiempo, escuchó un aviso pese a
lo cual fue ovacionado. En el sexto, un toro manso que se repuchó en el caballo
y llegó aplomadísimo a la muleta, no tuvo opción al éxito. El toro era un
marmolillo ante el que se estrellaron todos los intentos todos los buenos
deseos del toricantano, que a fuerza de porfiar una y otra vez, logró sacarle
varios derechazos. Un pinchazo y una corta acabaron con la vida del deslucido
animal y Capillé fue despedido con una gran ovación.
José Luis Capillé con el toro de su alternativa (Fotos: El Ruedo.) |
La corrida de Urquijo que sustituía a una de AP
desechada, estuvo carente de casta salvo el quinto, que a petición de El
Cordobés, se le dio la vuelta al ruedo.
Puedes leer todas las corridas de la Feria del Pilar 1967 en nuestra web:
http://www.segunlamaneradever.com/products/zaragoza-feria-del-pilar-67/
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