“Un millón de amigos, una huella eterna de gratísimo
recuerdo” (Alberto Ruiz, redacción 6Toros6)
“Con Curro nunca
había pena. Era un tipo extraordinario, muy simpático y alegre…un gran amigo de
mi padre y mío. Le conocí en 1958, cuando yo era novillero. Muchos años he
viajado con él a México, a Cali, a toda América. Imagínate las experiencias que
he vivido con él durante todo este tiempo. Nos hemos reído mucho juntos. Él era
el primero que acababa con las penas. Era una persona especial.” (Paco Camino, matador de toros)
“Sabía de
toros más que nadie. Amigo de todos y todos le conocían. Su espontaneidad, su
desparpajo, su gracia. Estaba abierto a todos. Le recodaré durante toda mi
vida. En el barrio, en las plazas, en cualquier sitio, le echarán mucho de
menos. Curro era un tío.” (Pepe Puente,
pintor)
“No quisiera
entrar en comparaciones, pero el carisma de su personalidad no tiene rival, ni
aun echando mano de las figuras que fueron más nombradas: como lloramos a
Fetén, a ninguno. Permíteme, maestro que presuma yo por ti para resaltar que
también en esto te has llevado la palma. El llanto por tu adiós es interminable…”
(Juan Miguel Núñez)
“Era un
hombre bueno, cordial, con sentido del humor. De toros, lo sabía todo. Fue
siempre un amigo de verdad. A su viuda, a su familia y a su hija Marian, el
recuerdo imperecedero de lo que significó como persona y como conocedor de la
fiesta.” (Jose Luis Suarez-Guanes).
“Curro con
su simpatía se ganaba a todo el mundo. Era una magnífica persona y un crítico
competente en sus muchos años dedicados a relatar cuanto sucedía en las
distintas plazas. Cuando escribo estas líneas todavía no me he recuperado de la
impresión que me produce su pérdida.” (Salvador
Pascual)
“Con su
muerte el periodismo taurino pierde uno de sus baluartes más locuaces e
ingeniosos de la historia.” (6Toros6
al gran amigo y profesional. Por Alberto
Ruiz)
“Gran
aficionado, conocedor de la historia y vida de la fiesta brava y a quien se le
reconocía su autoridad en el tema, fue cronista taurino de EL TIEMPO durante 25
años ininterrumpidos. Bien conocido y popular en Colombia, donde dejó grandes
amigos. Uno de ellos, Hernando Santos Castillo, el fallecido director de El
Tiempo. Curro Fetén era un hombre de todas las plazas en el literal sentido de
la frase. Fue amigo de las principales figuras del toreo en los últimos 40
años, que lo respetaban por su cálida forma de ser, por una singular gracia y
por los profundos conocimientos de la fiesta. Fue un hombre culto, (Diario EL TIEMPO, Bogotá.)
Era uno de
los mejores aficionados que he conocido en mi vida, además de un excelente
amigo. Como persona muy simpático y entrañable. Sabía de toros más de lo que la
gente creía, porque era muy celoso de sus conocimientos. (Juan
Posada, matador de toros y periodista)
“Un
personaje importantísimo en la Fiesta, con un estilo y una manera muy personal,
con una gracia y un ingenio especial. Desde muy joven fui amigo suyo. Ha
trabajado mucho por la Fiesta, tenía un gran criterio y era muy justo. Nunca ha
hecho daño a nadie. Ha dejado un hueco muy grande en mi vida, me va a costar
superarlo.” (Pepe Dominguín, matador de
toros
“Me unía a él una gran amistad personal, pues hemos
compartido muchas ferias. Era un pozo sin fondo, un libro abierto, muy certero.
Tenía un conocimiento muy profundo del toro y te hacía amar este mundo de
verdad. Fue íntimo amigo del viejo Balañá y luego en la órbita de los
Dominguín. De hecho, su torero fue Luis Miguel. Conocía la otra parte del
toreo, es decir, banderilleros, mozos de espadas…En Hispanoamérica ha sido un
dios. Llegó a ser el crítico del diario “El Tiempo” y allí se ha codeado con
todo tipo de gente, como un introductor de embajadores. Sabía las noticias
antes de que se produjeran y tenía una generosidad y una habilidad enorme.
Curro era un personaje irrepetible. (Barquerito,
periodista)
“Ha sido un
amigo entrañable desde hace muchos años. Era afable y alegre. Ha sido un
crítico de todos y de él mismo, con un ingenio extraordinario. Me ha
sorprendido bastante su muerte. Curro llevaba una vida valiente, pero cuando le
toca a un amigo cercano, impresiona más. Además fue una persona que me apoyó
mucho. Tengo un pesar muy grande. Siempre le tendré en la memoria” (Manolo Chopera, Empresario.)
“Era uno de
los mejores aficionados, muy apasionado. Amaba el mundo de los toros como muy
pocos. También ha hecho mucho bien por la Fiesta en Hispanoamérica, donde le
adoraban. Era un buen amigo, con él no había penas. Quizá esa era su mejor
virtud, te subía la moral cuando le veías. A mí siempre me gustaba verle a la
salida de los hoteles para que me transmitiera ánimos y alegría. (Niño
de la Capea, matador de toros y ganadero.)
“Qué
tremenda paradoja, ahora que se ha muerto, Curro está más vivo que nunca. Fue
amigo de todos sin excepción porque así se lo impuso su forma de entender la
vida, a caballo entre el casticismo y la bohemia. Por eso le quisieron todos,
porque fue feliz haciendo felices a los demás. A mí personalmente me regaló
infinidad de actitudes y momentos deliciosos e inolvidables.” (Juan Miguel Núñez, periodista Agencia EFE)
“Como
persona era fundamentalmente humano. Siempre se preocupó por sus amigos. Me
apena que se haya llevado sus vivencias y sus anécdotas. Era una enciclopedia
por todo lo que ha vivido. Era un bohemio, un soñador, un romántico. Apenas
tenía enemigos. Era un hombre que vivía en la calle, la mejor escuela de la
vida.” (Antonio Carrasco, Radio
Intercontinental)
“Un hombre
fetén, de sonrisa ambigua. Sincera para con nosotros, los jóvenes y para con
los amigos. Socarrona, sabia y demoledora para los torpes. Su verbo grácil, su
alegría espontánea y castiza nos ha salvado del tedio de malas compañías de
tendido y tertulias. Un personaje con mayúscula, cuyas diatribas o metáforas
serían dignas de una obra de Molière. Tal vez el ímpetu de su ironía fuera lo
que siempre me infundió respeto. Tuve la suerte de caerle en gracia. Pepe
Dominguín, Pepe Puente y su hijo, una cañita en ViñaP, una velada en Úbeda, una
tarde en Córdoba, una de digital en Sevilla, son tantos los momentos
compartidos con buenos amigos, que se me hace difícil ir a la próxima feria
pensando que no voy a ver a Curro. En este duro mundo, donde poder y pedir
priman sobre los placeres del sentir profundo, sobre los secretos a voces
contaminados por tanto ejecutivo inmundo, te voy a echar de menos, Curro. Nos
has vuelto a dar un “queo”, amigo.” (Carlos
Arévalo)
“En la madrugada del día del padre, te fuiste, pero no
hay pena, amigo Curro, porque quedan tu cariño, tu ingenio y cientos de
anécdotas que, al evocarte, no vierten el lagrimón como en el tango, sino la
sonrisa que siempre despertaste entre todos los que te rodeaban. Porque sé que
me querías tanto como a mi padre, por herencia y por “hijo del cuerpo”. Me
duele, Curro, no haberte disfrutado más porque, como símbolo, te llevas contigo
una época del toreo, más bohemia y más digna, cuyo recuerdo se irá para siempre.
Lo tuyo
era un antiguo orgullo de sabio
sarcástico, que te salía en esa ironía de frente para con todos esos “honestos”
que te miraban, sólo, como una simpática anécdota de una vergonzosa época en
blanco y negro. Qué sabrán ellos de toda esa vida que consumiste según tu
manera de ver y entender. Puestos a elegir, entre el fango de esta hipocresía
de hoy, me quedo, Curro, con tu honradez de siempre. (Paco Aguado)
LA PALABRA Y EL SILENCIO
“Perpetuamente alegre, su cáustico humor suele ser de buena
ley. No embiste contra la gente sino más bien, contra la vida ejemplificada,
según conviene, en personas que por lo general aúnan lo patoso con lo respetable.
A Curro Fetén, de verbo locuaz, es sin embargo difícil meterle en la muleta y
hacerle hablar en serio de toros. Tiene que respetar mucho al interlocutor para
hacerle merecedor de sus confidencias. De forma que ante el esperpéntico ruedo
ibérico en que se desenvuelve, suele emplear la elípsis como forma de ironía y
el espectador encontrará las claves de lo que piensa no en lo que dijo el
maestro, sino en lo que no dijo. Un silencio tan elocuente que sus ideas quedan
meridianamente claras, mucho más que si hubieran sido expresadas con palabras.
Vida -una dilatada experiencia- y conocimiento –sólo los inteligentes sacan
provecho de lo visto- estaban pidiendo al veterano periodista que comparta más con
muchos más, esa vida suya de varias décadas en las mismas entrañas del toreo.
Nos hacen falta las memorias de fetén como un día ya lejano nos colmaron las
memorias de Clarito. De momento sólo los buenos toreros suelen tener el
privilegio de oír las palabras de maestro. No sólo sus silencios. (José Carlos Arévalo, periodista. 6Toros6)
“No era
Curro un ángel. No somos los del toro ni los de la prensa, almas gemelas de los
angelitos de Machín. Curro hería sin herir, ironizaba sin ironizar, largaba sin
largar. Era un “consentido” de muchos porque, muy en el fondo, era la voz de
nuestras conciencias. Pertenecía a una generación casi perdida, una de esas
personas que llevaban impresas en el corazón la hemeroteca y memoria del toreo
con la alegría del bien vivido y el agradecimiento del bien nacido. Se solapó
con muchos y fue amigo de muchos. Pero nunca pervirtió su condición de crítico,
pues Curro había desatendido hace tiempo esa atribución desahogada que hace del
crítico un soplapollas. Caminaba con la cabeza bien alta porque jamás ocultó
condiciones ni sentimientos ni posturas. Ha sido el crítico más libre de todos.
Nunca se tapó porque nunca le gustaron los tapados. Saboreó la vida desde los
puntos de vista del taurino y del periodista. Pero ser elitista en el buen
vivir no es pecado. Es sólo un gesto de honorable inteligencia como honorable e
inteligente fue su muerte. Descanse en paz. Te lo debía.” (Carlos Ruiz Villasuso, RTVE)
“Fue en el
año 1969 cuando comenzamos una amistad que ahora Dios ha querido que siga en el recuerdo. Entonces viajaba desde la
capital hasta las ferias del sur que no coincidiesen con San Isidro o las
fiestas grandes norteñas. Con el hacíamos un grupo que, primero en mi 600 luego
en el 850, luego en el 124 y así con todos los coches que tuve, hacíamos
viajes-excursiones en cada feria que coincidíamos, Me ayudó muchísimo en
aquellos tiempos más difíciles que ahora, pero también más bonitos.
Qué ferias
de Sevilla en la entonces grada A (ahora palco de invitados), qué Colombinas de
Huelva en la Monumental ya desaparecida, aquellas noches en Punta Humbría con
Matías, hombre de confianza de Litri. Qué noches de tertulias en Bailén, cuando
la feria de Linares con D. José Camará (padre e hijo), Guillermo Sureda, Manuel
Cisneros y algunos buenos aficionados de la zona. Qué tardes en La Malagueta en
el palco de la Gran Peña y aquellas “comunas” del mediodía que al Maestro de
Ronda le encantaba organizar. Cuántas ferias de Jerez, con excursiones a “Casa
Bigote” de Sanlúcar por las noches.
Cuántos Pilares de Zaragoza en casa del amigo Chema con tu inseparable compadre
Antonio Portabella, también coincidente muchos años en Sevilla y Valencia con Eduardo Mediavilla, Ángel
Rizo, Cristóbal Becerra, Curro Castañeta, cuántos y cuántos recuerdos, amigo
Curro. Y todos buenos, porque a tu lado nunca podía haber pena, tenías bien
claro el ser feliz haciendo felices a los demás.” (Luis Ortega)
Para ser un
taurino de verdad se necesitan tres cosas: ver el toro, juzgar al torero y
comer bien. Y no he conocido a nadie que cumpliera mejor esos tres requisitos.
¿Había visto los toros? Curro tenía esa manera
peculiar de ver los toros que distingue a los taurinos buenos: no necesitaba
mirarlos. Se despertaba con la infalible certidumbre del profeta y por eso
podía sin haberle echado al toro ni siquiera una ojeada, escribir su estampa,
su carácter, su alma, para sus vecinos, o para la radio o para algún periódico,
desde su burladero de callejón o desde la mesa de toriles, desde un palco de
prensa o desde la cama de su hotel, dormido.
¿Había
juzgado a los toreros? Los tenía ya juzgados y muy probablemente, condenados
sin haberlos visto. Ya había hablado de ellos implacable y mordaz, poseído de
su maldad infantil y su inspiración lírica provocando las risas con sus juicios
sumarios dichos a su manera prácticamente incomprensible, rápida, hecha de
ruidos y mímica, de palabrotas reídas, de blasfemias felices, de procacidades
inocentes, de sentencias madrileñas, de insinuaciones sevillanas, de sornas
cordobesas. Y se había hecho perdonar de todos ellos, sus víctimas. Le
perdonaban todo a Curro. Le querían. Llegaba Curro cojeando, anunciando su
venida con golpes de bastón como de ujier de teatro, el humo de su puro y su
ojillo chispeante y se encogían de miedo los hombros de la gente. Pero lo
querían.
¿Y había
comido bien? Sin duda. Por eso sabía en Valencia encontrar la paella más
fragante, en Algeciras los más crujientes pajaritos fritos, el mejor bacalao en
Bilbao y en Sevilla la mejor pringá. Y en Quito o en Cali, el único sitio en el
que dan auténtico jamón de jabugo. Porque no es que Curro fuera a restaurantes
buenos, sino que hacía buenos los restaurantes a donde iba. En cualquier sitio
al que uno fuera con Curro, lo bueno era para Curro, o lo había llevado Curro,
o lo hacía traer Curro de otro sitio que fuera bueno. Y cuando a pesar de todo no era bueno, lo
hacían bueno para él, porque temían su verbo, respetaban su gusto y amaban su
deslenguada bondad.
Murió Curro
Fetén y nos va a hacer falta a todos, seamos figuras del toreo o camareros de
bar, pintores o comisarios de policía en retiro, o simples aficionados como
yo. Porque Curro, diabólico y humano,
era como un termómetro de calidad, el instrumento para saber quién era o no
buen torero, buen cultivador de alcachofas o simplemente, buena persona.
Bastaba saber si era amigo o no de Curro Fetén. Si sí, sí; y si no, no.
Y le va a
hacer falta incluso a su mujer, María Antonia, espejo de virtudes de mujer de
taurino, que es quizás el oficio más sacrificado que existe en este mundo.” (Gonzalo caballero)