Día 18 de Octubre de 1965
Toros de don Manuel Arranz
Don Ángel
Peralta
- Antonio Bienvenida
- Zurito
- Paco Pallarés
DOS OREJAS Y RABO PARA
ZURITO. ANTONIO BIENVENIDA Y PACO PALLARES CON PESIMOS LOTES, ESTUVIERON EN
MAESTROS.
Comentario a la corrida de toros celebrada
esta tarde en Jaén, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.
Un cielo plomizo amenazando lluvia que por
fortuna no llegó, no ha impedido que el aficionado haya acudido al nuevo coso
jienense. El cartel de toreros era interesante: Antonio Bienvenida, Zurito y
Paco Pallarés, con el aliciente del rejoneador don Ángel Peralta.
Se corrieron cuatro toros de don Manuel
Arranz, uno de Arauz de Robles lidiado en tercer lugar y otro de Gerardo Ortega
que saltó a la arena en el quinto lugar de lidia normal.
Flojo de remos fue el primero de
Bienvenida, que midió el suelo repetidamente
El maestro, que lo había capoteado entre oles, mandó cambiar el tercio
con una sola vara y en los medios le realizó una entonada y artística faena en
la que con su elegante estilo, con magistral dominio, toreó sobre ambas manos
con esa suprema facilidad, ese arte que tanto le distingue. Ni que decir tiene
que las ovaciones sonaron fuerte, tanto que acallaban la música torera que
sonaba en su honor. Por todo ello, al matar de media hubo petición de oreja y
triunfal paseo a la redonda. Al cuarto lo saludó con unas templadas verónicas.
El toro tomó con codicia una vara y don Antonio brindó el último toro de su
brillante temporada a su apoderado Domingo González "Dominguín”. Y en su
trasteo muletero Bienvenida expuso y se empleó de firme. De rodillas
instrumentó dos muletazos por alta para proseguir, entre jaleo de música y
ovaciones, toreando superiormente al natural y en redondo, adornándose también
muy garboso y pinturero. Pero el toro, a la hora de ejecutar la suerte suprema,
no le deja meter el brazo al echarle la cara arriba y esperarle, lo que motiva
que tenga que pinchar en tres ocasiones antes de lograr la estocada con
refrendo de descabello. Don Antonio fue ovacionado con calor y tuvo que saludar
desde el tercio.
Zurito escuchó la primera ovación al torear
con el capote de forma magnífica. Tras tomar la res una vara, brindó al público
el espada de Córdoba y en los medios, llevó a cabo una extraordinaria faena
compuesta de pases de todas las marcas que produjeron el natural entusiasmo en
los tendidos, ya que si logrados fueron los redondos, extraordinarios
resultaron los naturales y los pases de pecho, como asimismo las manoletinas
finales de su brillante faena. Mató de una gran estocada y sele otorgaron las
dos orejas y el rabo en medio de grandes aclamaciones. Su segundo fue un manso
de Gerardo Ortega. Estuvo valeroso con él, por eso cuando lo despachó de
estocada y descabello, sele premió con una gran ovación.
Un lote de prueba ha constituido el toro de
Arauz de Robles y el de Arranz, que esta tarde ha despachado el torero
salmantino Paco Pallarés. Y bien puede presumir el joven matador de toros de
que ha podido con un lote de esos que traen de cabeza al más pintado. Que torea
como los propios ángeles era cosa que por sabida a nadie extraña, pero que
además pueda, que además lidie, que además sea un valiente, era cosa que estaba
por ver para muchos, que no para nosotros, que lo habíamos visto siempre en
excelente tono. Y esta tarde Paco Pallarés ha toreado y ha podido, ha hecho
gala de un espléndido oficio y de una maestría reservada solo para las
auténticas figuras. Porque este torero, con su cara de niño, su corazón de
hombre y su privilegiada cabeza, superará a muchos que presumen de toreros sin
otros meritos que los compadrazgos e
imposiciones. Su primero era un manso en toda regla que entraba rebrincando
topando más que embistiendo y además con el defecto de gazapear. Pues bien, con este toro construyó el
muchacho una entonada y meritoria labor que mereció los honores de la música y
las ovaciones y que si no se vio premiada con trofeos cúlpese exclusivamente a
que el toro, tras recibir una media estocada muy buena, no se dejaba
descabellar y al taparse hizo que Paco acertase al noveno empujón. Aun así, la
ovación fue de gala y el toro fue pitado en el arrastre. El sexto, de Arranz,
tuvo genio, aspereza, bronquedad y además acusado sentido y por tanto, peligro.
De salida se hizo ovacionar al saludarle con verónicas y chicuelinas muy
logradas. Con dos varas se cambió el tercio, quedando el toro entero y acusando
los defectos apuntados. Pero el muchacho lo metió en la muleta con cuatro pases
sentado en el estribo que pusieron la música en marcha, para proseguir valiente
y torerísimo a prueba de tarascadas, toreando sobre ambas manos en medio del
general entusiasmo. Pero nuevamente la espada, el verduguillo dejó sin trofeos
al salmantino que salió de la plaza entre ovaciones.
Entre los toros tercero y cuarto actuó el
caballero rejoneador don Ángel Peralta, que tuvo una lucidísima actuación. Una
vez más don Ángel fue el supremo maestro del rejoneo al prender rejones,
banderillas a dos manos, la rosa y el rejón de muerte, todo entre grandes
muestras de complacencia. Pié a tierra, y tras breve muleteo, pasaportó al de
Arranz de estocada y tres golpes de cruceta y tuvo que saludar para recoger la
gran ovación que se le tributaba.
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